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Difundieron su video íntimo y se quitó la vida: el dolor de una madre que se volvió bandera contra el ciberacoso

“Ema, estás pre-cio-sa”. Aquella frase, lanzada casi al pasar, fue el último halago que Laura le hizo a su hija antes de dejarla en la escuela. Era viernes, 23 de agosto de 2024. Ema, de 15 años, había madrugado para alisarse el cabello y arreglar su flequillo. “Ella de chiquita tenía tantos rulitos… parecían caracolitos”, recuerda su madre. Vestía una camisa blanca recién comprada para la foto anual del colegio. “Quería estar impecable y así estaba”, cuenta. Antes de entrar, Ema volvió sobre sus pasos, sonrió y dejó un beso sonoro en la mejilla de su madre. “Me dio un beso hermoso”, repite Laura. Ninguna de las dos sabía que sería el último.

Un día después, la adolescente decidió quitarse la vida. La razón: la viralización de un video íntimo grabado con un compañero de 14 años, difundido sin su consentimiento a través de grupos de WhatsApp. “Un clic la mató”, dice su madre, que hoy transforma ese dolor en una cruzada para evitar que otras familias pasen por lo mismo.

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“Ema, estás pre-cio-sa”. Aquella frase, lanzada casi al pasar, fue el último halago que Laura le hizo a su hija antes de dejarla en la escuela. Era viernes, 23 de agosto de 2024. Ema, de 15 años, había madrugado para alisarse el cabello y arreglar su flequillo. “Ella de chiquita tenía tantos rulitos… parecían caracolitos”, recuerda su madre. Vestía una camisa blanca recién comprada para la foto anual del colegio. “Quería estar impecable y así estaba”, cuenta. Antes de entrar, Ema volvió sobre sus pasos, sonrió y dejó un beso sonoro en la mejilla de su madre. “Me dio un beso hermoso”, repite Laura. Ninguna de las dos sabía que sería el último.

Un día después, la adolescente decidió quitarse la vida. La razón: la viralización de un video íntimo grabado con un compañero de 14 años, difundido sin su consentimiento a través de grupos de WhatsApp. “Un clic la mató”, dice su madre, que hoy transforma ese dolor en una cruzada para evitar que otras familias pasen por lo mismo.

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Del silencio al Congreso: nace la Guía Ema

A un año de la tragedia, Laura Sánchez presentó en el Congreso la Guía Ema, un protocolo de prevención de la violencia digital y un proyecto de ley que busca incorporar este tema en la currícula escolar. “Cuando Ema nació le dio un sentido a mi vida, aquel 4 de octubre de 2008, desde entonces todo giró en torno suyo. Los hijos dan ese sentido de vida. Cuando se nos muere un hijo, la vida pierde sentido completamente, se convierte en un sinsentido total. Sin embargo, después de contar al mundo lo que había pasado con Ema supe que una pérdida tan grande y valiosa no podía ser en vano”, dijo Laura ante los legisladores.

El camino hasta allí fue devastador. “Laura no se levantaba de la cama, lloraba todo el día, pasaba quizá días sin bañarse. Cuando lograba salir caminaba kilómetros y kilómetros sin parar. Sin freno y sin parar de llorar. La policía me detenía para preguntarme si me pasaba algo”, relata.

El error institucional y la urgencia de un protocolo

“El colegio hizo todo mal”, denuncia la madre. “Hola, mamá pasó esto. Ya hablamos con los dos”, fue la escueta comunicación que recibió de la escuela. No hubo contención, ni guía, ni acompañamiento. “¿Qué le explicaron al chico? ¿Por qué le llamaron la atención a Ema? ¿Qué hubiera pasado si existía un protocolo como la Guía Ema?”, cuestiona. La difusión de imágenes íntimas sin consentimiento está penada en Argentina por la Ley 27.736, conocida como Ley Olimpia, pero no existe aún un abordaje específico para adolescentes.

Ema, mucho más que su último acto

Ema era “cariñosa, combativa, alegre”. Planeaba unas vacaciones familiares en Brasil, quería estudiar psicología y soñaba con festejar sus 16 años en octubre. “Sí, ma, empezá a buscar para reservar la fecha”, le había dicho poco antes de morir.

“Ema no fue su último acto de vida. Fue mucho más. Tenía conciencia social, un sentido de justicia. Se conmovía mucho con las abuelitas, los adultos mayores. Una vez me pidió que le llevara comida a una señora. Era muy buena”, recuerda Laura.

Hoy, su historia impulsa una causa. “Cuando empecé a entender qué era la violencia digital de género, entendí. Es tremendo. Las víctimas sienten como si las violaran. Las consecuencias son silenciosas. Por eso tenemos que hablar de esto en las escuelas”, advierte.

En una mañana soleada de agosto, mientras relataba su historia, una pluma blanca rozó el hombro de Laura. Ella se estremeció y sonrió: “Yo siento que es Ema, que me dice ‘está bien lo que estás haciendo’. Yo creo que es así”.