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Boca goleó a Newell’s, alcanzó la cima de la Zona A y volvió a puestos de Libertadores

Tomó envión para saltar, se podrá decir de este Boca si esta historia termina bien. Es que la impredecible marcha de las posiciones del fútbol argentino había dejado al Xeneize afuera de los ocho de arriba antes de comenzar su partido. Y al finalizar el lapidario 5 a 0 contra Newell’s, la posición que alcanzó el equipo dirigido ocasionalmente por Claudio Úbeda fue nada menos que la punta de la zona, aunque compartida, pero punta al fin.

El tema será ver ahora qué es terminar bien y para qué está este Boca que esta vez pudo cerrar una actuación promisoria de punta a punta, contra un rival muy inferior, muy golpeado y con nula respuesta a la adversidad de verse abajo en el marcador tan rápido como en el torneo anterior se había dado de manera invertida..

Pero mientras los análisis intenten proyectar hasta dónde estos 90 minutos perfectos se podrían replicar desde acá al final del año, lo más sensato pasará por detenerse en entender a qué jugaron este domingo los mismos 11 jugadores que poco pudieron imponerse y generar ocho días atrás en Florencio Varela y que esta vez mostraron un nivel colectivo superlativo y actuaciones individuales para enmarcar.

De punta a punta, Boca decidió que el partido lo quería jugar en campo contrario, independientemente de encontrarse con un sistema opuesto que le proponía nueve jugadores plantados en la mitad que el local debía atacar. Se le facilitó, es cierto, porque en el primer avance serio, Milton Giménez les ganó a todos en el área chica y con una palomita de goleador conectó el buen centro de Juan Barinaga para poner el 1 a 0. Iban seis minutos, pero ya era merecido.

La superioridad, claro, nacía donde nace todo el fútbol del equipo. En los pies y en la cabeza de Leandro Paredes, ese refuerzo que llegó y generó ilusión pero que pocos imaginaban desde dónde podría encaminar -o revivir- el complejo presente xeneize. La respuesta es básicamente una de las características de juego del 5 de Boca: paciencia.

Paredes no intenta volar, no se desespera por sorprender desde la repentización. No. Su marca registrada es tomarse todo el tiempo posible y elaborar a partir de su buen pie pero también de los interlocutores que lo rodeen. Por eso pidió otro cinco a su lado y por eso también siguen jugando Alan Velasco (tal vez en la mejor versión desde su arribo) o en su defecto el hoy lesionado Carlos Palacios. Leandro necesita manos -o pies- que le multipliquen sus ideas para que el fútbol de Boca tenga buen destino.

Y así, entre las intenciones y la confianza, todo fluye mejor. La figura, por ejemplo, de Barinaga es elocuente. Protagonista directo del primer gol, en el segundo escaló como el Negro Ibarra para habilitar al goleador y figura de la noche para que se imponga otra vez en el área, aunque esta vez haya decidido asistir pero -a la vuelta de los rebotes- su 2 a 0 ya haya tenido ribetes de partido definido. Dos buenas noticias en una: la de la efectividad y la de Milton rindiendo y convirtiendo: fueron dos y pudieron ser tres, pero se confió en el tercero y lo terminó anotando Ayrton Costa.

Lo que siguió tal vez haya sobrado. Y eso que fueron más de 60 minutos, pero Newell’s estaba entregado. La telaraña del medio ya estaba desentrañada, la defensa no sólo no daba sensación de solidez sino que perdía marcas insólitamente. Y el pobre arquero Espíndola se revolcaba para intentar sacar rebotes pero la mayoría terminaban adentro, algo que se acentuó en los goles del segundo tiempo, en los cuales pudo tal vez hacer más, sobre todo en el fierrazo de Lautaro Blanco en el quinto, que casi que lo atravesó.

Fueron cinco y le sobró media hora a Boca, por lo que pudieron ser bastantes más. Con los pies sobre la tierra, protagonistas e hinchas deberán saber que el camino de aplastar en la Bombonera tampoco es algo nuevo, que deberán revalidar el sábado en Barracas y en lo que reste del torneo. Primero, para asegurar la bocha de la tabla anual. Segundo, para hacer buena letra en el superclásico. Y tercero, para seguir soñando con que el año se termine con la alegría de una nueva estrella. Por lo pronto, el envión de retroceder unos casilleros lo dejó mirando a todos desde arriba. Y no es poco.