Complicaciones judiciales para el médico denunciado por violencia de género
Su ex pareja, una abogada batalla por $ 200 millones al ritmo de perimetrales, acoso y hackeos. La historia incluyó una perimetral por 120 días que expiró en agosto pasado. Hackeo al celular y la terquedad de no aceptar que el no, es no. Y cuentas impagas.
“Él es un encantador de serpientes”, disparó la exesposa del médico Carlos Fuenzalida. El mismo médico denunciado este fin de semana por otra pareja a la que le exige el reintegro de regalos por U$S 20.000. “Aquella fue una relación de ¿4 meses?, pero la nuestra abarcó 12 años” y de las ruinas afectivas emergen batallas judiciales y una disputa global de casi $ 200 millones de pesos.
La protagonista es una abogada de 35 años (S.M.T.L.), con prosperidad económica y lozanía, lo vital como para abrir y cerrar puertas afectivas a placer. “Me crucé con ‘Fuenza’ (apodo del galeno) porque éramos vecinos en el Bº Palomar. Yo tenía 23 y él 45. Me dijo que estaba separándose de una bioquímica que le fue infiel… En meses, comenzamos a ser novios. Había una diferencia de edad, pero no soy prejuiciosa…”
Entre recuerdos buenos y malos, emergieron los que estrellaron el vínculo. “Trabajaba, litigaba mucho. Por el contrario, él comenzó a perder sus trabajos. Quizá fueron 4 o 5. Por aquellos años, ¿teníamos? un proyecto de vida y yo cubría todos los gastos”. En ese mundo cuesta arriba, él supeditaba “nuestra felicidad” a un futuro imaginario, de intangible bonanza económica.
La infidelidad
La letrada comenzó a trabajar en Las Termas, de martes a jueves. “Un día volví y hallé en mi cama aros y cabello. Luego, descubrí en su celular sms de una amante enfermera. Lo confronté. Él lo negó. Que sí, que no”. En simultáneo, emergió una sociedad de hecho a la que la letrada inyectó exponencialmente dinero.
Globalmente, adquirieron dos departamentos, vehículos y terrenos en El Zanjón. Hoy, el capital supera los $ 200.000.000. En tiempos de amor, “lo asumía administrador de todo, pero pasaron cosas”, reconoció la mujer.
Más infidelidades y un trato denigrante borró la sonrisa, eclipsó el futuro y desdibujó el amor. “Empezó a tratarme de lo peor. Creo también a empastillarme. Andaba yo como zombi. Y a gritarme: ‘Sin mí no serás más que una monotributista tipo A'”, en tono denigrante y aludiendo a un nivel bajo.
Principio del fin
Para agosto del 2024, solo emergía la imagen decadente del derruido proyecto de vida. “Le pedí separarnos y definir la división de bienes. En una operación de un vehículo le transfería $ 32.000.000; otros U$S 100.000 por otro negocio. Debía ser así, porque era mi esposo”, acotó.
Sin embargo, el médico -señaló- tenía reservada la mayor decepción a la abogada. “Me fui del Palomar a mi departamento céntrico. Como estaba a su nombre, abonado con mi dinero, se lo transfirió a su exesposa. ¿Cómo lo descubrí? Llegué y no tenía luz. Pedí informes y no existía. Estaba a nombre de su ex esposa, a quien él muy cara rota le había transferido. Es decir, yo era una mera okupa de mi propia casa. También por esa propiedad estamos en disputa, porque no permitiré que me eche de mi propio piso”, sintetizó.
Ya separados: perimetrales y un hackeo al celular para monitorearla
Cuando el amor cesó, solo prevaleció la sepultura de una batalla judicial sin fecha de desenlace. En los últimos meses, la letrada formuló una denuncia en la Oficina de Violencia. “Como me había hackeado el celular, él sabía y monitoreaba todos mis movimientos”, ahondó la letrada.
Todo se puso denso, pese a que la mujer no es amante de los escándalos. “No me quedó otra y él terminó con dos perimetrales, por 90 y 120 días, refrendados por las juezas de Género, Norma Morán y Cecilia Laportilla”.

“La fiscal fue la doctora Andrea Juárez, quien conoce toda mi historia y lo instó (abogado mediante) a que cesara toda hostilidad, es decir me dejara en paz y no se presentara en mi departamento a pedir o exigir nada”, complementó la abogada.

Conclusión aparente, hoy cada abogado (de las partes) debe tramitar en los tribunales una puja por casi $ 200.000.000 y cuya mayor porción correspondería a la letrada. Ésta, en nombre de lo debido, pareciese intentar “despedirme con honor”, sugirió, “pese a que ya separados él me dejó muchas deudas impagas, de las cuales tuve que hacerme cargo”, sintetizó.
Perfilado del galeno que erosionaron la relación, hasta el cimbronazo final
“No te aguanto”, le dejó en claro. Después, ella recogió sus cosas y se fue del departamento del Bº Palomar. Dos pisos más abajo, residían los padres de la abogada.
“No serás propietaria nunca”: Era la definición y el perfilado a la profesional, pese a que las inversiones llegaban de su mano y billetera.
“Esto lo heredé de mi familia”: La salida del profesional, en compulsa para justificar sus ingresos, o bien blindarse ante una eventual división que a todas luces se asomaba desigual.
“No vayas a los gimnasios, no necesitas”: Durante un tiempo, la entonces esposa (léase, la abogada) habituaba concurrir a un gimnasio, por salud, energía y belleza. El médico era partidario de mantenerla encerrada en el departamento.
“Abrime, ya se te pasará la locura”: Cada vez que aparece en el departamento de la letrada, el médico toca el timbre. Como solía ingresar, siempre la salida era: “Ya cambiaré… Vamos a estar bien cuando….” Hoy, la mujer reconoce que nunca lo conoció y arriesga. “Es médico, mis amigas afirman que me mantenía empastillada”.
